Ayer por la noche Javo me telefoneó y me comentó que Sanchís había fallecido. Acababa de verlo en las noticias sobre cómics que estaba repasando después de su ausencia, física y mental, por vacaciones. Qué quieren que les diga, la noticia me produjo una mezcla de tristeza y de cabreo, ambas juntas; sensación de mezcolanza a la que creo que tendré que irme acostumbrando si quiero seguir por un tiempo en este mundo, aunque la experiencia de algunos me asegura que dicha sensación, con los años, se transforma en tristeza y resignación. No se que es peor.
Esta misma mañana he buscado noticias de este maravilloso autor. Ha sido la primera vez en mi vida que me he topado con una foto de su rostro -una en su madurez, otra ya anciano- descubriendo que su cara amable portaba gafas y gastaba bigote. Me pregunto por qué nunca me pico la curiosidad de buscar una foto de quien tantos momentos felices me produjo en mi infancia, cuando ahora disponemos de estas maravillosas tecnologías. Quizá trataba de mantener incólume, atemporal, eterno si quieren, la imagen del gato Pumby y su panda, Blanquita y el Profesor Chivete,, dejándolos volar en su globo por encima de mundos de papel, de personajes de roca o de lapiceros mágicos, de personajes arquetípicos buenos y malos, de mundos escondidos detrás de una partitura, de notas musicales saltarinas, de herramientas de carpintería viviendo en un mundo de cajones y virutas…Y todo ello le sucedía a nuestro gatito en una ciudad de nombre amable, Villarrabitos. Un mundo de fantasía que en un reducto de mi cabeza debía mantenerse a toda prueba de la realidad exterior. Finalmente no pudo ser, la realidad es así de tozuda y con el fallecimiento de Sanchís noto que una parte muy querida de mi infancia se me escapa finalmente, como muchas otras antes ya lo hicieron y otras esperan, inexorablemente, su turno.
Sin embargo, espero que un destilado de ese mundo de fantasía permanezca en mí, porque la fantasía va de la mano de la creación y los retos futuros, si no son lo mismo, y su consecución, cuando es amable y respetuosa con los otros, es motivo de felicidad.
Por eso creo que Pumby fue de verdad un gato feliz. Es de verdad un gato feliz. No pude ser de otra manera. Y que Sanchís también lo era cuando ideaba las historias de entornos fantásticos y personajes de ensueño. Se que el disfrutaba con ello, y eso los niños de los sesenta lo notábamos. Gracias Sanchís.
Descansa en paz
Un adulto-niño de los sesenta
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jueves, 25 de agosto de 2011
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2 comentarios:
En verdad que siento la muerte de este dibujante, autor de mi héroe favorito de niñez (Pumby), cuyo nombre usé como apodo en mi época de radioaficionado oncemetrista.
Con él desaparece uno más de la vieja escuela de dibujantes de cómic infantil españoles.
Descanse en paz.
Yo también siento mucho la muerte de Sanchis. Juan
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