viernes, 11 de noviembre de 2011

Astonishing X-Men (Iván Rodríguez)


En 2001 Grant Morrison se hizo cargo de los guiones de X-Men, dando a la serie un nuevo título pero manteniendo la numeración. New X-Men no significó tan solo un cambio en el título de portada, fue un lavado de cara para los mutantes, que estaban hundidos en un pozo de podredumbre desde los oscuros noventa. Los contundentes cambios estéticos, potenciados por el magnífico dibujo de Frank Quitely y la influencia de la versión cinematográfica, y la recuperación del concepto de escuela de mutantes dieron un empujón a las colecciones X que permitió a los aficionados el volver a soñar con un resurgir de sus personajes favoritos.

Tras 41 números y un annual, Morrison deja la serie en manos de Chuck Austen, que mantiene la estética y el New X-Men de portada durante dos entregas, para recuperar la lycra de colores y las historias vacías.

Todo hacía pensar que los x-men volvían a caer en la mediocridad de los noventa y que la etapa de Morrison no había sido más que un espejismo, pero la llegada de Joss Whedon y la creación de una nueva cabecera mutante evitaron este desastre.

Astonishing X-Men tenía una frescura y sencillez de planteamiento capaz de atraer nuevos lectores, ya que, además, estaba desligada de los “grandes eventos” Marvel pese a sufrir el peso de la continuidad (de eso no se libra nadie).

Whedon contaba lo que le daba la real gana (en el buen sentido), a su ritmo, trasteando magistralmente con viejas historias de los mutantes e incluyendo nuevos e interesantes personajes (Ord, Abigail Brand y S.W.O.R.D., Danger), resucitando (vale, esto no es demasiado original) a Coloso, etc.

El planteamiento consistía en arcos de seis entregas que dejaban pequeños cabos sueltos para enlazar con la siguiente historia. Fácil, sencillo y muy entretenido.

El principal problema de la serie consistía en la lentitud de los creadores. Whedon por sus variados compromisos televisivos y cinematográficos, y John Cassaday es tan genial como lento. Pero daba igual esperar dos o tres meses por el siguiente número, lo importante era mantener un gran equipo creativo que funcionaba a la perfección, y mientras que las cabezas pensantes de Marvel pudiesen encajar las historias en la continuidad la regularidad de la serie (mensualmente hablando) carecía de importancia.

Whedon y Cassaday realizaron cuatro arcos de seis entregas y un Giant-Size como cierre del último, un numero magistral de despedida que tanto permitía continuar la cabecera, como darle carpetazo y dejarla como 25 de los mejores comics de mutantes jamás leídos.

La opción de cerrar la serie no era válida para Marvel, daba pasta, pero el equipo creativo que sustituyese a Whedon y Cassaday debía estar formado por autores de primera línea. Y así fue, Warren Ellis se hizo cargo de los guiones, mientras que Simone Bianchi (menos conocido que el escritor, pero ya contratado por Marvel para dibujar Wolverine) reemplazaba a Cassaday.

Las diferencias eran notables, mientras Cassaday es limpio, realista y muy ordenado, Bianchi recarga las viñetas hasta agotar la vista y su continua obsesión de sacar a los personajes de los marcos cansa bastante, haciendo que un dibujo magistral, a veces, incomode la lectura.
Ellis es uno de mis guionistas favoritos, pero sus trabajos con Marvel (quizá por falta de independencia, aunque tampoco se ha lucido en la línea Ultimate, donde cuenta con mayor libertad creativa) no se encuentran entre los mejores. Con todo, respeta completamente la idea original de la serie, aunque en mitad del primer arco (de cinco entregas) encaja una miniserie (Astonishing X-Men: Ghost Boxes) para mostrar unos curiosos universos alternativos relacionados con la historia principal.

El segundo arco escrito por Ellis vino acompañado de cambio de dibujante (ya empezamos), Phil Jiménez no es Cassaday pero cumple a la perfección y agota menos que Bianchi. La historia recupera de una forma un tanto virtual infinidad de viejos enemigos de los x-men para deleite de los viejos aficionados y se lee con ganas pero sin llegar al enganche que producían los guiones de Whedon.

Excentricidad de Ellis o maniobra comercial de Marvel, realmente poco importa, pero el que debería haber sido el #36 de la serie se convirtió en Astonishing X-Men: Xenogenesis #1, un arco en el que Ellis tiraba de viejos personajes de las historias de la desaparecida Marvel UK. Pero fue un nuevo cambio de dibujante lo que realmente marcó esta miniserie, el estilo semicaricaturesco / humorístico de Kaare Andrews tuvo una acogida desigual entre los lectores. Particularmente me pareció un dibujo fantástico y que acompañaba muy bien a la historia, pese a los graciosos desfases como comenzar un cómic con cuatro splash-pages seguidas (dos de ellas dobles).



Y se acabó, pues no. Daniel Way y Cristos N. Cage se hacen cargo de los guiones en un arco compartido de forma curiosa, dividiendo el grupo de personajes principales y contando (sin compartir la grapa, en comics diferentes) la historia de forma simultanea.



















Hablo un poco a ciegas, ya que el primer número de Cristos N. Cage no se ha publicado todavía en nuestro país, pero estos dos guionistas solo realizan un arco, en el perteneciente a Way hay cambio de dibujante, y pese a la calidad de los escritores no son ni la sombra de sus predecesores. Así que el futuro de la serie está por ver, pero el continuo baile de dibujantes y guionistas no le hace ningún bien al planteamiento inicial de una colección que arrancó como una maravilla y que, pese a que las historias gustasen más o menos, mantenía una independencia de las eternas y demasiado extensas movidas del Universo Marvel.