viernes, 20 de junio de 2008

Tonta polémica tonta (Javo Rodíguez)

El pasado 30 de abril apareció, en el diario El público, el artículo de opinión titulado "Yo soy la debilidad" firmado por Angelica Liddell.

Al comienzo de su escrito la autora considera que cierto restaurante de putas, albañiles y viejos es un buen sitio para reflexionar acerca de los superhéroes. No voy a discutirlo, cada uno reflexiona donde le da la gana.

Ubicado el lugar de reflexión, el análisis (?) de Liddel comienza pontificando: El superhéroe representa en nuestros días la cúspide del puritanismo social y de los valores incorruptibles de la clase media europea.

Es de suponer que Liddel, cuando habla de superhéroes, se refiere exclusivamente a un determinado tipo de personaje: el superhéroe estadounidense de cómics. Baso la suposición en que su columna se incluye en una doble página dedicada a la muerte de Superman, personaje sobre el que no tiene mucho que decir, tan solo una cita que Liddell considera brillante: A Superman nunca se le notan las venas de la polla. Este tono poético de obsoleta niña terrible es el que marca el escrito.

Obvia Liddell que estos superhéroes estadounidenses no son más que mitos, en el fondo continuadores de una tradición que tiene sus orígenes en seres como Aquiles, Mercurio, Hércules, Sansón, Moisés... su única diferencia viene dada por el origen de sus poderes. Si los superhéroes de la antigüedad adquirían sus poderes por diferentes motivos religiosos y/o mitológicos, los nacidos en el siglo XX, los adquirieron por razones más modernas, eran alienígenas, humanos que se transformaban por la radioactividad o simples mutantes. Los primeros, los superhéroes de la antigüedad, tenían el molesto lastre de la religión y pretendieron una cierta realidad; los del siglo XX son pura ficción y nunca han pretendido salir de este terreno. Si algo les une es que son muy divertidos, si algo les separa es el cultismo que pretende, una y otra vez, colocar a la literatura por encima de cualquier otro medio de expresión, en este caso los tebeos. Antes de apasionarme por el Universo Marvel lo hice por la mitología griega, pero lo cierto es que el primero es más amplio, mas divertido, más moderno y más interesante que la segunda.

En cuanto a lo que se refiere al puritanismo y valores incorruptibles que representa el superhéroe, Liddell es, simplemente, antigua y desinformada. Antigua porque confunde al superhéroe actual con Superman, nacido hace setenta años. Desinformada porque desconoce títulos esenciales de "nuestros días". Si en lugar de acudir a las fáciles fuentes del tópico hubiese tratado de enterarse de como va la cosa en la actualidad, tal vez sus opiniones fuesen diferentes. Una simple lectura de títulos como Wachtmen, The Boys, Wanted, Top Ten, The Authority o The Ultimates, por poner unos ejemplos, bastarían para hacerle ver el ridículo tópico de su afirmación.

Prosigue Liddell pontificando de nuevo: [El superhéroe] encarna la búsqueda permanente de coherencia, lo cual le convierte en un estúpido o en un fascista.

¡Joder! Así que si intento rebatir con coherencia sus ¿argumentos? me convertiré en un estúpido o en un fascista. A riesgo de recibir cualquiera de los dos insultos tratare de ser coherente.

Por supuesto que han existido, y existen, superhéroes estúpidos, como existen personajes de la literatura, el cine, el teatro o la tv estúpidos. La estupidez, obviamente es de dos tipos, provocada con intención por sus autores o producto de la estupidez de sus autores. La primera no es más que un recurso lícito, la segunda una desgracia que se ha de soportar en cualquier modo de comunicación. Si lo que pretende afirmar Liddell es que todos los autores de cómics son estúpidos lo único que puedo responder es que lea más de lo que se escribe en el siglo XXI en lugar de descalificar sin conocimiento. Si Alan Moore, Mark Millar, Warren Ellis o Garth Ennis, por poner sólo unos ejemplos, son estúpidos habría que revisar el concepto de estupidez. En realidad lo que se esconde bajo las palabras de Liddell es un profundo desprecio a un género que desconoce.

¿Superhéroes fascistas? Evidentemente que han llegado a las páginas de los cómics. Los superhéroes no son más que mitos, hijos de la sociedad y los artistas que los crean. El Capitán América que nació propinando un antifascista puñetazo a Hitler en los años 40 del pasado siglo, pasó a ser un furibundo fascista anticomunista en la época de McCarty y, en la actualidad, encabeza a los superhéroes partidarios de la libertad, frente a los partidarios de la seguridad encabezados por Ironman. Los superhéroes han tenido padres (muchos curiosamente guionistas y dibujantes judíos de Manhattan, antifascistas antes de que EEUU entrase en la II Guerra Mundial), pero, en la actualidad son franquicias de las editoras y, su personalidad depende más de los artistas que realizan sus historietas que de la marcada en su nacimiento. Al igual que sucede con los mitos teatrales griegos Edipo, Electra... son utilizados por autores modernos como pretexto para contar "su historia", los superhéroes son un terreno en el que los autores de cómics cuentan "su película".
¿Coherentes? Ironman es, gracias a su entretenida versión cinematográfica, un héroe de moda que, para los lectores europeos, españoles, de clase media, es el villano del año.

Pero Liddell no se entera de nada de esto, prefiere anclarse en el siempre reaccionario tópico, en el desconocimiento. Angélica Liddell se incluye en la amplia nómina de moralistas puritanos, una "selecta lista" en la que figuran, entre otros, Fredric Wertham, el PC francés, Fidel Castro, Fraga Iribarne... o yo mismo en remota época. Las razones de estos puritanos fueron de diferente índole y con distintos objetivos. Wertham se basó en la psicología (Batman y Robin eran homosexuales), con la intención de provocar la censura en la tenebrosa época de la caza de brujas. El Partido Comunista francés y Castro (curiosamente al igual que Mussolini, en la II Guerra Mundial) en la fobia antiestadounidense, también con la intención de censurar. Manuel Fraga Iribarne en la presión de la Iglesia Católica, que consideraba a los superhéroes rivales de ángeles y del mismo Dios (amén de proteger a Bruguera de la competencia de Novaro), con intenciones censoras y económicas. Y, perdón por la inmodestia, yo mismo, por entender que violencia de los cómics de superhéroes era perjudicial para los niños aunque mis intenciones -al igual que las de Lidell, supongo- no eran censoras.

Probablemente nada de esto interese a Liddell, pero ¿entonces para que se mete?
Ella misma lo explica: detesta a los superhéroes porque uno de mis sueños frustrados, desde niña, ha sido trabajar de puta de carretera y contagiar enfermedades a los hombres. La androfobia de la frase casa perfectamente con la sandez de sus razones para ¿reflexionar? sobre lo que desconoce y es que Liddell no es la debilidad, es la hostia.

sábado, 14 de junio de 2008

Un día más (Iván Rodríguez)

La verdad es que nunca he seguido de forma regular las aventuras de Spider-Man y los comics que he leído del personaje, generalmente, han sido prestados. No fue hasta que comenzó la línea Ultimate que empecé a interesarme por el Trepamuros. La
actualización que está realizando Bendis del personaje me parece impresionante. El engancharme al Ultimate Spider-Man me ha hecho ignorar al personaje en su línea “normal” y perderme, en parte, la revolución que ha llevado a cabo Straczynski.
Aunque, gracias a las recopilaciones en tomos, estoy consiguiendo recuperar esta genial etapa.
No me parece que Straczynski sea el mejor autor que trabaja en Marvel actualmente, pero no puedo negar que sus guiones son estupendos. Lo cierto es que, a raiz de Civil War y de la importancia que tenía Spider-Man en este crossover, empecé a fijarme con más atención en el personaje y en su guionista, hasta el punto de continuar con la colección una vez finalizada Civil War. Incluso pese a la facilona maniobra comercial
del arco argumental que seguía al crossover. Lo de “Back in black” estaba completamente marcado por la tercera (y patética) entrega cinematográfica de Spider-Man. Pero tampoco le di más importancia de la debida ya que el hecho del cambio de
traje estaba muy bien justificado en la historia. Evidentemente gracias a la genialidad de Straczynski.
Ya he comentado otras veces que Civil War me gustó mucho. Excepto por su final me parece una historia de lo más interesante. Pero también he dicho otras veces que todos los “grandes” cambios producidos por dicho crossover se van yendo a la mierda a
medida que las colecciones implicadas recobran la normalidad. Hace unos meses, con motivo del número uno de World War Hulk se acababa con el tema de que los superhhumanos no registrados eran perseguidos por los sí registrados, aunque parece que a Ellis le moló el rollo y sigue dándole caña en sus Thunderbolts.
La otra importante consecuencia de Civil War fue que Spider-Man había desvelado su identidad secreta públicamente. Esto, en el único personaje de Marvel en el que muchas historias se basan en los problemas del alter ego del superhéroe, no podía durar.
Por una parte me fastidia bastante el rollo de Marvel de hacer grandes cambios para a los pocos meses inventarse la forma de que todo vuelva a la normalidad, pero por otra parte me encanta la forma en que lo han hecho Straczynski y Quesada en “Un día más”.
Me parece un comic imprescindible para cualquier seguidor de Marvel, ya sea habitual del trepamuros o no.
Ha habido mucha polémica sobre el final de la historia: que si es alteración de la realidad (opinión de Straczynski), que si es magia (opinión de Quesada). No me voy a meter en cual de las dos opciones es más o menos coherente o ridícula, simplemente
creo que nunca deberían haber desenmascarado a Spider-Man para posteriormente (y en un tiempo relativamente breve) inventarse que todo sigue igual. Lo que me fastidia es
que la historia que Straczynski escribe, para hacer lo que a priori me parece una chapuza, me parece genial. Esta muy bien escrita y dibujada, y es una lástima que ya no tengamos a Straczynski como guionista de Spider-Man.
De todas formas, que los seguidores de Straczynski no se preocupen, porque ahora le toca el turno a otro personaje que había perdido el rumbo: Thor.
Thor nunca ha tenido ni tendrá la importancia de Spider-Man, pero hay que estar al tanto de lo que Straczynski es capaz de hacer con el asgardiano.

viernes, 13 de junio de 2008

La gran columnista Angélica Liddell (Iván Rodríguez)

No tengo ni puta idea de quien coño es el tal Sindo al que cita la gran columnista Angélica Liddell en “YO SOY LA DEBILIDAD” publicada en el diario Público (30.04.08). cuando dice: “A Superman nunca se le notan las venas de la polla”. Pero, aun no siendo yo un gran fan del de los calzones por fuera, le puedo dar dos opciones para que satisfaga su curiosidad:


1 – Apáñeselas para ver Mallrats, la peli de Kevin Smith, en la que hay una interesante conversación sobre los hábitos sexuales del sujeto de pene peligroso para las o los simples mortales.
2 – Para ver potentes pollas venosas es mejor dar una vuelta por la sección de adultos de cualquier tienda de comics. Estoy seguro de que la variedad la dejará abrumada y que si se esfuerza un poco es posible que encuentre algún dibujo de Superman luciendo su kryptoniano miembro. Estoy casi convencido de que a alguien se le ha ocurrido haceruna versión porno de tan famoso superhéroe.

La original cita del fulano conocido como Sindo (si fuese mujer no quedaría bien poner fulana, así que en beneficio de la política de la corrección intuiré que es un maromo interesado en rabos de superhéroes) es solo la primera perla de un cúmulo de despropósitos que la gran columnista Angélica Liddell pretende hacer pasar por una columna de opinión.

Después de la profunda reflexión sobre las venas del supercipote pasa a criticar de forma despiadada a los superhéroes en general con frases como: “El superhéroe representa en nuestros días la cúspide del puritanismo social y de los valores incorruptibles de la clase media europea. Encarna la búsqueda permanente de la coherencia, lo cual le convierte en un estúpido o en un fascista”. Reflexiones como estas son dignas de esos grandes psicólogos y/o sociólogos que dicen que los niños que cogen un fusil de asalto y se cargan a sus compañeros de escuela lo hacen porque han estado escuchando a Marilyn Manson (esto es un poco anticuado, pero la verdad es que no se quien es actualmente el representante musical del Diablo) o les gustan los juegos de rol.

La gran columna, como si de una maravillosa sinfonía se tratase, va in crescendo hasta llegar a mi parte favorita, en la que la gran columnista Angélica Liddell nos desvela su frustrada vocación de meretriz sufridora de enfermedades venéreas con intención de contagiar a los hombres. Esto lo escribe ella, y cito textualmente: “porque uno de mis sueños frustrados, desde niña, ha sido de trabajar de puta de carretera y contagiar enfermedades a los hombres”.

¿Obsesión por los penes superheroicos? ¿Odio hacia el género masculino? ¿Necesita la gran columnista Angélica Liddell un juguetito de tienda especializada en el arte del amor?

Es muy posible que yo sea completamente idiota y no sepa leer entre líneas tan sutil y hermosa columna, es probable que mi idiotez venga de leer estúpidos y/o fascistas comics de superhéroes y que cuantos más leo más se me va pudriendo el cerebro. Y que estas circunstancias me lleven a escribir mis desvaríos en un blog, o quizá algún día poder plasmar mis pútridos pensamientos en una columna.

No me voy a molestar ni en hacerle una lista de lecturas recomendadas, ya que estoy convencido de que una persona tan bien informada como usted se habrá documentado para escribir una opinión sobre superhéroes. Aunque, sinceramente, creo que una columnista de su calibre debería escribir sobre cosas más serias y dejarnos estos temas a los frikis descerebrados.