Tras el encuentro con James O'Barr salí corriendo hacía una mesa redonda sobre Café Budapest de Alfonso Zapico que se celebraba en la Casa Sefarad, con una idea (una vez más) equivocada. Para empezar patiné en el número donde esta situado el Palacio Cañete, sede de la Casa Sefarad -pido disculpas por el error en Kioscopedia- con lo que llegue 10 minutos tarde, encontrándome con que Zapico no estaba en la mesa, compuesta por Carlos García-Romeral (bibliotecario de la CAM), Esther Bendahan (moderadora) y Emilio Gonzalo (director de Expocomic). ¿Donde estaba Zapico?: en mi imaginación.
Una vez repuesto de la carrera y de mis errores, atendí a los interesantes comentarios de los tertulianos, dado que muchos de ellos se referían a los tebeos en general, dejo mis reflexiones para la entrevista a Emilio Gonzalo que este blog publicara la semana que viene.
Tenía dos preguntas concretas para Zapico, la primera se refería al uso del blanco y negro. No sabía si era una elección del autor o una necesidad económica. Por una entrevista en Internet supe que era una opción artística. Elección que no comparto, el color de La Guerra del Profesor Bertenev me gustó y me pareció que potenciaba sus dibujos, pero es la opción del artista y poco más hay que decir.
La otra pregunta era referente al guión, dentro del tono cotidiano y realista de Café Budapest me había llamado mucho la atención (¡ojo, si no has leído el cómic es un spoiler!) la resolución truculenta del trauma de la madre de Chaskel -el protagonista- basada en el canibalismo. Así lo plantee a la mesa, siendo respondido por Esther Bendahan: "Yo creo que en este caso es una apuesta del autor por encontrar algo que suscite esa respuesta que tiene usted pero en si mismo el propio nazismo no necesita más respuesta. En este caso es una elección del autor". La moderadora me dio explicaciones de las inhumanidades nazis y el holocausto y, me pareció entender que, de alguna forma, afirmaba que era un elemento que era necesario en un época en que los lectores no tienen ideas demasiado claras a cerca del holocausto.
Aquí hay que hay que ser claro y tomar posición, la persecución, los campos, las cámaras de gas, el exterminio sistemático y cruel de un pueblo-en este caso el judío- me parece uno de los hechos más aberrantes, inhumanos y tristes cometidos en el siglo XX y me repugna el revisionismo o negacionismo de Paul Rassinier y seguidores. Pero me pregunto si licencias como la que hablamos son positivas y no dan alas a ese revisionismo.
Obviamente es una licencia "comiquera", de ficción, pero no es una ficción pura, sino rodeada de un contexto histórico.
Personalmente me produce mucho más espanto una imagen de Hitler jugando afablemente con niños que las imágenes de sus histéricos discursos. Lo que me aterra de Hitler y los nazis es que son humanos, no diablos de guardarropía. Es su humanidad lo que me causa pavor.
Café Budapest me lleva -perdón por el tópico- a la sobada y genial Maus, aunque no sea más que por su temática y contexto.
La obra de Art Spiegelman se quedó grabada en mi mente por las viñetas en que retrata a su padre, en el asfixiante vagón que le traslada al campo, allí, situado en la parte superior tiene acceso al hielo que se forma y que puede saciar la sed de sus compañeros de cautiverio. Cuando estos le piden un trozo de hielo, el padre negocia comida por los carámbanos. Son unas viñetas terribles por su humanidad y que provocan la compasión por los que sufren.
jueves, 10 de febrero de 2011
Mesa Redonda sobre Café Budapest de Alfonso Zapico (Javo Rodríguez)
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